Capítulo 2: Un caso para tres

domingo, 7 de agosto de 2011 |

Cumpliendo con las órdenes de de Castro, volvieron a la comisaría para darle los detalles.
-Adelante señoritas –dijo una voz desde la sala de reuniones al escucharlas llegar. Una vez dentro, Jorge de Castro habló de nuevo:
-¿Y bien?
-Verá señor –Erika y Patricia se acercaron a una pizarra que había en la habitación –hemos hablado con los príncipes, y parece ser que podemos empezar interrogando a las tres personas que deberían haberla visto el día de su desaparición.
            Patricia dibujó tres líneas que salían del nombre de Paula, en las que colocó los nombres del mayorodmo, la amiga de Paula y el profesor particular respectivamente. Estaban ordenados cronológicamente según el momento en que solían estar con ella.
-Está bien, aún asíhe decidido que les sería más fácil resolver el caso con ayuda.
            Patricia y Erika se miraron con gesto sorprendido, que poco después se convertiría en desaprobación.
-Pero… Jorge, nosotras estamos suficientemente capacitadas para…
-Me da igual lo que digan, la decisión está tomada. Mañana mismo el detective Raúl Torres se reunirá con ustedes en la cafetería Glamour a las nueve de la mañana, y no admito un no por respuesta.
-Pero…
-No hay peros que valgan, por cierto, no he tenido mucho tiempo para intercambiar información con él, por lo que no puedo facilitarles ninguna fotografía ni nada por el estilo para que puedan reconocerlo, por lo que le he dado sus números de teléfono para que las localice si hay algún problema. Bueno, ¿ha quedado claro? –dijo con voz firme y seca, tenía que demostrar su autoridad y dejar claro quién mandaba en ese departamento.
-Sí, sí –contestaron las dos, retraídas ante el tono de su jefe, mientras éste las invitaba a salir de la sala.
            Patricia estaba mucho más cabreada que Erika aunque ambas estaban de acuerdo en que la intervención de otro agente solo empeoraría las cosas, dado que ellas se conocían desde que eran unas niñas, se llevaban muy bien y podían trabajar perfectamente juntas. La llegada de ese detective Torres sin duda, no podía traer nada bueno.
            El camino de vuelta a casa fue silencioso. Pero solo el camino. En cuanto entraron en el piso, Patricia se desahogó y dijo, o más bien gritó, todo lo que tenía que decir con respecto al hecho de que su jefe hubiera creído oportuna una nueva incorporación para resolver el caso, un caso que al principio era de ellas.
-¡No es justo Erika!
-Lo sé Patri, pero ten en cuenta que es algo que nosotras no podemos decidir.
-Si ya lo sé, pero me da rabia. ¿Acaso no somos suficientemente buenas en nuestro trabajo? ¿Para qué tiene que venir nadie a ayudarnos?
-No la puedes pagar con él. Seguramente será un hombre mayor, quizá gordo y puede que tal vez calvo –Erika sonrió intentando animar a su amiga- Incluso puede que lleve de esas pajaritas que te resultan tan graciosas en lugar de una corbata –Pero de nada le sirvió.
-Como si es un chico joven y super guapo, no pienso llevarme bien con él.
-Vamos Patri, ¿qué te cuesta hacer un esfuerzo?, sabes que yo tampoco estoy de acuerdo con la decisión de de Castro, pero te vuelvo a repetir que nosotras no podemos hacer nada más que callar y aguantarnos.
-Por favor, vamos a dejar el tema por hoy –concluyó Patricia intentando asimilarlo y no volver a hablar del tema.- Me voy a dormir, ha sido un día muy largo.
-¡Pero si aún son las ocho! –exclamó Erika sorprendida.
-¿Te recuerdo a qué hora nos acostamos anoche? ¿O debería decir esta mañana? –gritó Patricia desde su cuarto riéndose a pesar de su frustración.
-Tienes razón. Aún así yo voy a cenar antes de dormir. Que descanses.
-Igualmente, y no olvides que mañana hay que estar en la cafetería Glamour a las nueve. Por cierto, ¿tú sabes dónde queda eso? –preguntó Patricia volviendo a salir de su habitación.
-No, no he ido nunca ¿y tú?
-Ni idea.
-Bueno no te preocupes, seguro que encontramos la forma de llegar –dijo Erika sonriendo –Buenas noches.
-Buenas noches.

                                                                       ***

            ¡Pii…Pii!
            Ambos despertadores sonaron simultáneamente a las ocho menos cuarto de la mañana, pero como era de esperar, ninguna de las chicas se levantó hasta pasados los cinco minutitos de rigor. Sin intercambiar muchas palabras (pues las dos estaban más dormidas que despiertas), desayunaron en la cocina, y tras su ducha matinal, abrieron sus respectivos armarios para coger lo primero que pillasen, eso sí, siempre combinado vaqueros, camisetas, chaquetas, botas… Después de peinarse y no sin antes haberse maquillado, se dirigieron al salón para buscar en la guía la dirección de la cafetería Glamour.

            Al cabo de unos minutos, ya un poco más animadas, Erika y Patricia caminaban por las calles aún vacías de Mónaco. Cuando llegaron al lugar acordado, entraron y se sentaron en una mesa lo bastante escondida como para que ningún curioso pudiera ver lo que se traían entre manos. No tenían intención de pedir nada, pues habían desayunado hacía apenas media hora, por lo que cuando una camarera fue a atenderlas, pusieron la excusa de que esperaban a alguien. Y en cierto modo era verdad, aunque no supieran aún a quién estaban esperando exactamente.
           
            Patricia miró detenidamente a cada una de las personas que había allí, pero ninguna de ellas parecía ser el detective Torres. Había un grupito de mujeres tomando café, tres chicos desayunando unas enormes tostadas, dos hombres observando a la camarera prepararles lo que parecía ser el primer whisky de un día posiblemente muy largo…

            Cada vez que la puerta se abría las dos giraban la cabeza para ver quién entraba. La primera vez, se trataba de una mujer con un niño pequeño. Nada. Una chica joven. Nada. Un hombre con traje y corbata, calvo  y bastante gordo. Sin saber por qué, Erika y Patricia pensaron automáticamente que era él, pero enseguida desecharon la idea cuando éste se sentó con los hombres del whisky. Al ver que Raúl Torres no daba señales de vida, Patricia comenzó a enfadarse.
-Esto es ridículo. Que tengamos que estar esperando más de un cuarto de hora para conocer a alguien al que ni siquiera queremos conocer.
-Va Patri, seguro que tendrá sus motivos para llegar tarde.
-Sí claro, ¿Cómo qué? ¿Qué hay atasco?-dijo irónicamente- por favor, son las nueve de la mañana y es domingo.
-No sé porqué tarda tanto, pero está claro qué… -en ese momento Erika calló para poder ver a la persona que atravesaba la puerta en ese instante.

            Era un chico joven, de unos veinticinco años, moreno de piel y cabello. Gracias a la claridad del local, se podían distinguir unos preciosos ojos verdes que dejaron fascinada a Erika. Llevaba unos vaqueros, zapatillas y una camisa. De su hombro colgaba una bandolera que parecía estar bastante llena.
-¿Será éste? –preguntó Erika con ganas de que la respuesta fuera sí.
-No creo, mira cómo va vestido –de nuevo, Erika volvió a repasar detenidamente al chico de pies a cabeza. Sinceramente, no estaba nada mal. Su camisa, remangada hasta el codo, permitía adivinar los musculosos brazos que se escondían bajo ella. Además, la imaginación de Erika también podía intuir un perfecto torso modelado tras horas y horas de gimnasio.
-Pero bueno, como nosotras no podemos revelar nuestra identidad a cualquiera, y además no tenemos su teléfono, debemos esperar a que él llame –dijo aún con esperanzas.

            El chico se sentó a un par de mesas de donde estaban, y al cabo de un rato se acercó a ellas.
-¿Querías algo? –preguntó Patricia lo más simpática que pudo.
-Bueno –dijo el chico. Su voz era dulce y tímida, aunque nada tenía que ver con su carácter, y lo demostró al instante. –Querer, quiero muchas cosas, como a ti por ejemplo, pero dado que no me conoces de nada y que posiblemente rechazarías una cita conmigo, he pensado que podría invitaros a desayunar simplemente, dejando la cita para otro momento.
            Patricia se sonrojó, quizá lo suficiente como para no poder disimularlo.
-Eh, eh, no te sonrojes, era solo una broma, simplemente os he visto ahí esperando y sin pedir y he pensado en… bueno, ya sabes…
-A ver, para empezar ya hemos desayunado, y estamos aquí por trabajo. Estamos esperando a un compañero –dijo Patricia intentando quitárselo de encima. Aunque le había hecho ilusión la contestación del chico, no podía permitir que se quedara con ellas. Por desgracia, ya esperaban a alguien.
-Vale señorita, lo siento, no era mi intención molestarla –se disculpó amablemente el chico –lo cierto es que yo también estoy aquí por motivos de trabajo, así que si me disculpáis, voy a llamar un momento por teléfono. Ha sido un placer conoceros.
-Adiós –se despidió tímidamente Erika, porque Patricia no contestó.
Cuando el joven se hubo marchado, Erika comenzó a echarle la bronca a Patricia.
-¿Por qué eres tan…tan…?
-¿Tan simpática? ¿Agradable?, espera ya lo tengo, ¿especial? –rió Patricia, y a sus risas se añadieron las de Erika.
-De verdad, yo no te entiendo, con lo bueno que estaba…
-Venga Erika por favor… -las dos volvieron a reír. En ese momento se escuchó una musiquita en el bolso de Patricia. Era su móvil.
-Número desconocido. Debe de ser Raúl Torres –dedujo con desgana.
-Cógelo.
-¿Si? –dijo cortando a Rihanna a media canción.
-Em… hola –dijo una voz tímida al otro lado del teléfono -¿Eres Patricia Ferrero? –estaba claro que se trataba de Raúl Torres, aún así había algo que no cuadraba. Esa voz dulce y tímida…demasiado familiar….
-Sí soy yo, ¿eres el detective Torres?
-Sí. Verás, estoy aquí en la cafetería Glamour ¿dónde estáis vosotras?
-Nosotras también estamos… -Patricia cayó en la cuenta, y al igual que a ella, a Raúl Torres le había resultado conocida la voz al otro lado del teléfono, por lo que los dos se giraron para encontrarse de cara el uno al otro. Raúl se quedó con el móvil en la oreja y boquiabierto. Se había sonrojado, incluso más que Patricia antes. La misma cara de sorpresa era la que tenía ella en ese momento. Erika, al ver la cara de su amiga, buscó con la mirada lo que tanto sorprendía a Patricia, y al ver al chico que se les había acercado antes, con la misma cara de asombro, entendió lo que estaba pasando. Ese chico era Raúl Torres, el detective que les tendría que ayudar en el caso. Bien, al final había tenido suerte. O no. Durante unos segundos los tres se miraron los unos a los otros sin saber qué decir, hasta que por fin, Erika como siempre, rompió el silencio:
-Vaya… así que tú eres… Raúl, nuestro… ayudante –dijo con algunas pausas.
-Sí sí, soy yo –dijo él saliendo de su ensimismamiento.
-Bueno, yo soy Erika. ¿Nos sentamos? –dijo Erika intentando evitar las reacciones de Patricia. Sabía que a su amiga no le iba a gustar ese tal Raúl fuera como fuera: guapo, gordo, calvo, joven… Pero no pudo evitarlas.
-No me lo puedo creer –dijo Patricia aún perpleja.
-Ni yo –contestó Raúl con la misma voz de asombro.
-¡No tienes pinta de detective privado! –dijeron los dos al unísono, y sus voces pasaron del asombro al desprecio.
-Uy, uy, que compenetración, esto va a ser divertido –dijo Erika. Los dos se giraron hacia ella y Patricia le lanzó una mirada que indicaba que era mejor callarse.

2 comentarios:

imlovinit dijo...

Ppff! me ha encantado! Está genial, super interesante! Espero que no nos hagas esperar tanto para el 3er capitulo ;)

Todo por la corona dijo...

Muchas gracias :)
Lo siento por la espera, es que tuve algunos problemillas y por eso la semana pasada no pude subir, pero el próximo sábado sin falta, el tercer capítulo!

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