Después de poner al corriente a Raúl de todos los datos y detalles que poseían hasta el momento, le mostraron una fotografía de Paula, a pesar de que no era necesario para reconocerla. La imagen de una chica adolescente de dieciséis años, alta y delgada. Tenía unos bonitos ojos azules y el pelo rubio completamente liso y largo que recordaba al de su madre, la princesa Mónica, cuando era joven.
En cuanto Erika desapareció tras la puerta del baño, Raúl se dirigió a Patricia con tono despreocupado:
-Oye Patri, verás, con respecto a lo de antes… yo no sabía que…
-Mira chaval, te voy a ser muy sincera, no me gustas ni un pelo y si te aguanto, es única y exclusivamente porque la futura princesa de Mónaco esta escondida en algún lugar y de nosotros depende que sea devuelta a casa sana y salva ¿queda claro?
-Clarísimo –contestó Raúl, aunque su voz no demostraba precisamente que Patricia le hubiera intimidado. Hubo una pausa entre ellos, que ella interpretó como su victoria, pero ni mucho menos -¿No te gusto… ni siquiera un poquito? –dijo Raúl haciendo caso omiso de lo que había dicho su compañera antes, pero cuando ésta iba a reprocharle, Erika apareció y no pudo hacer nada más que soltar un débil grito de desesperación.
-Bueno, ¿por quién vamos a empezar?
Patricia miró desafiante a Raúl mientras Erika buscaba entre los folios que había sobre la mesa, pero éste le respondió lanzándole un beso con la boca.
-No ¿por qué? –preguntó Erika.
-Me da la impresión de que no para de mirar todo lo que hacemos –contestó Patricia pensativa.
-Serán paranoias tuyas –dijo Raúl. Tenía claro que lo que más le iba a gustar de ese caso sería hacer rabiar a Patricia y alguien como él no iba a desaprovechar la oportunidad de hacerlo, aunque en esta ocasión, Patricia no se molestó con su comentario.
-¿Ah sí? –preguntó con cierta sorpresa el chico.
-Sí, me suenas, pero no sé de qué.
-Lo siento, pero creo que se está equivocando señorita –el chico comenzó a ponerse nervioso, pero Patricia no le hizo más preguntas así que se fue de la cafetería a paso ligero.
-¿Lo conoces? –preguntó Erika.
-No exactamente, pero ya sé de qué me suena.
-Pues dilo –apremió Erika impacientemente.
-¿Te acuerdas de Irene, esa chica morena muy alta que iba con nosotras en Bachillerato?
-¿Irene Villa?
-Sí.
-No estarás insinuando que ése es…
-Exacto –dijo Patricia antes de que su amiga terminara la frase.
-¡Qué fuerte!
-Por favor, ¿podéis hablar claro? –intervino Raúl un poco perdido.
-Sí, verás, es posible que éste chico sea su hermano, Javier Villa –explicó Erika.
-Licenciado en periodismo en la Universidad Autónoma de Madrid, lo cual quiere decir…
-Que podría haber estado espiándonos –completó Raúl.
-Será... -dijo Erika- Con razón no nos quitaba ojo de encima. En cuanto ha visto que recogíamos, ha venido para mirar y se ha ido.
-¿Creéis que puede haber visto algo? –preguntó preocupada Patricia.
-No creo. Como mucho podría haber visto la foto de David Gómez –contestó Raúl tranquilizándola, aunque lo único que logró fue cabrearla aún más.
-¿Te parece poco? Podría averiguar que es el mayordomo del Palacio Real, y de ahí a descubrir lo que ha pasado con Paula ¡hay un paso!
-¿Qué esperabas?, no he sido yo el que se ha puesto a gritar histéricamente como un loco en medio de la cafetería cuando me he enterado de que vosotras erais las detectives.
-¿Me estás llamando loca histérica? –preguntó Patricia enfadada.
-Pues sí mira, eso es lo que me pareces. Te conozco desde hace menos de una hora y no paras de criticar todo lo que hago.
-¡Eso no es cierto! –gritó patricia.
-¿Ah no? ¿Te estás escuchando? –Raúl alzó la voz también –Ya me has dejado claro que no te caigo bien, pero podrías hacer un esfuerzo ¿no?
-¿Crees que no lo intento? –la voz de Patricia seguía aumentando de volumen.
-Pues a mí no me lo demuestras –Raúl cogió su bandolera y se fue.
-¿Tú también me vas a echar la bronca? –exclamó ésta aún cabreada.
-Patri por favor, llámalo y dile que venga –su orden pareció más bien una súplica.
-No pienso hacer eso.
-¿Sabes?, nunca pensé que fueras tan orgullosa y tan cabezona .fue lo único que dijo Erika antes de quitarle el móvil para llamar a Raúl.
-Sinceramente, a veces no sé qué pensar. Hay momentos que eres… una chica simpática, divertida… Pero hay otros en los que ni a mí me gustaría ser tu amiga…
La sinceridad de Erika abrió los ojos a Patricia, que abrazó a su amiga.
-Dame el teléfono, yo misma llamaré a Raúl para disculparme.
Erika le devolvió el móvil.
-Llévate bien con él, tanto dentro como fuera del trabajo, hazlo por mí.
-¿Y qué le digo?
-Podrías empezar por invitarlo a tu fiesta de cumpleaños.
-Pero… -Erika negó con la cabeza.
-¿Me lo prometes?
-Está bien, te lo prometo tuvo que decir Patricia antes de coger el teléfono y llamar a Raúl.
Esperó, mientras el único sonido que escuchaba eran los pitidos del teléfono comunicando, hasta que la voz de Raúl se escuchó al otro lado del móvil.
-¿Sí?
-¿Raúl? –preguntó tímidamente Patricia.
-Ah, eres tú –Raúl parecía seguir enfadado por la discusión -¿Qué quiere, que sigamos discutiendo por teléfono?
-No, verás yo… me preguntaba si… -Patricia dirigió la mirada a su amiga, que la observaba impacientemente desde la mesa –Bueno, perdón por lo de antes. Me he comportado como una estúpida y te pido disculpas. Quiero trabajar contigo, sin ti no podemos continuar –sus palabras fueron sinceras y Raúl lo notó.
-Claro que te perdono tonta. Yo también te pido disculpas por mi comportamiento –dijo recuperando su alegría natural.
-Entonces ¿estamos en paz? –preguntó Patricia.
-Por supuesto, no quiero que nos llevemos mal. Te prometo que no tendrás que fingir que te caigo bien fuera del trabajo –sonrió.
-De eso mismo te quería hablar, verás, este miércoles es mi cumpleaños, y bueno… como siempre lo celebramos Erika y yo con algunos amigos, pues he pensado que podrías venir con nosotras.
-¿Tu cumpleaños? Eso es genial, ¿Cuántos años cumples?
-Veintitrés –Patricia estaba ya más contenta.
-Sigo siendo dos años mayor que tú –bromeó Raúl –Iré encantado –se hizo un silencio a los dos lados del teléfono.
-Bueno… nos vemos dentro de quince minutos en la casa de David ¿vale?
-A tus ordenes. Adiós –Raúl colgó el teléfono.
Patricia volvió con Erika, que, cómo no, le preguntó cómo le había ido.
-Ha dicho que vendrá a ayudarnos. Y sí –dijo antes de que Erika le preguntara –ha dicho que vendrá a mi fiesta.
-Así me gusta Patri, si al final os llevareis bien y todo.
-Tampoco te pases.
Las dos rieron y caminaron por las calles de Mónaco hasta llegar al lugar. Era una calle estrecha, con muchos establecimientos y pocas viviendas, por lo que no les fue demasiado difícil encontrar la de David. Esperaron a que apareciera Raúl, pero pasaron los minutos y no había ni rastro de él. Llamaron a su móvil, pero estaba comunicando, y mientras estaban decidiendo qué hacer, Raúl apareció por la esquina de la calle.
-Lo siento chicas, no he podido venir antes.
-¿Tú acostumbras a llegar tarde a todos lados? –le reprochó Patricia bajo la atenta mirada de Erika que no quería que volviera a suceder lo de antes.
-Tengo excusa.
-Espero que sea buena.
-Verás, no sé si sabéis que vengo de España. Mi avión llegó a las cinco de la mañana y ahora mismo estaba buscando u hotel para pasar la noche.
-¿Y tu equipaje? –preguntó Patricia con curiosidad.
-Oh, no te preocupes por eso, alquilé un cocheen el aeropuerto. Tengo las maletas ahí.
-¿Y has encontrado hotel? –en esta ocasión, la que preguntó fue Erika, que ya estaba tramando un plan…
-Que va, no he encontrado nada que se acople a mi sueldo aún. Seguiré buscando esta tarde.
-Pues, si quieres, podrías alojarte con nosotras en nuestro dúplex –ofreció Erika. Patricia miró a su amiga con cara de pocos amigos –Seguro que a Patricia no le importa ¿verdad? –dijo dirigiéndose a ella con una mirada traviesa. Ésta se quedo callada unos instantes hasta que Erika le dio un codazo disimuladamente que la hizo reaccionar.
-No, que va, puedes quedarte con nosotras –contestó sin más remedio.
-¿En serio no… os importa? –preguntó Raúl tímidamente.
-De verdad, no hay problema –contestó Erika antes de que estallase una bomba de relojería morena y con nombre propio…
-Muchas gracias chicas. Os lo agradezco.
-No hay de qué hombre –sonrió Erika- Vamos a trabajar chicos.
Raúl llamó al timbre mientras Patricia susurraba al oído a su amiga:
-Lo has hecho a propósito.
-No te lo voy a negar –Erika rió orgullosa de lo que acababa de hacer.