Capítulo 3: Hazlo por mí

sábado, 13 de agosto de 2011 |

Después de poner al corriente a Raúl de todos los datos y detalles que poseían hasta el momento, le mostraron una fotografía de Paula, a pesar de que no era necesario para reconocerla. La imagen de una chica adolescente de dieciséis años, alta y delgada. Tenía unos bonitos ojos azules y el pelo rubio completamente liso y largo que recordaba al de su madre, la princesa Mónica, cuando era joven.

-Chicos, ¿me disculpáis un momento?, tengo que ir al aseo –dijo Erika levantándose de su asiento.
  -Claro.
  En cuanto Erika desapareció tras la puerta del baño, Raúl se dirigió a Patricia con tono despreocupado:
  -Oye Patri, verás, con respecto a lo de antes… yo no sabía que…
  -Mira chaval, te voy a ser muy sincera, no me gustas ni un pelo y si te aguanto, es única y exclusivamente porque la futura princesa de Mónaco esta escondida en algún lugar y de nosotros depende que sea devuelta a casa sana y salva ¿queda claro?
  -Clarísimo –contestó Raúl, aunque su voz no demostraba precisamente que Patricia le hubiera intimidado. Hubo una pausa entre ellos, que ella interpretó como su victoria, pero ni mucho menos -¿No te gusto… ni siquiera un poquito? –dijo Raúl haciendo caso omiso de lo que había dicho su compañera antes, pero cuando ésta iba a reprocharle, Erika apareció y no pudo hacer nada más que soltar un débil grito de desesperación.
  -Bueno, ¿por quién vamos a empezar?
  Patricia miró desafiante a Raúl mientras Erika buscaba entre los folios que había sobre la mesa, pero éste le respondió lanzándole un beso con la boca.

Estuvieron en la cafetería otros cuarenta minutos hablando sobre el caso. No quedaba nadie en la cafetería, a excepción de uno de los chicos que estaba desayunando desde que ellas habían entrado. Los demás se habían ido mucho rato antes, y él no dejaba de mirar a los detectives. A Patricia le resultó un tanto extraño, ese chico no quitaba la vista de los papeles y las fotografías que había encima de la mesa.
  -Oye, ¿no notáis algo raro en ése? –dijo señalándolo disimuladamente con la cabeza.
  -No ¿por qué? –preguntó Erika.
  -Me da la impresión de que no para de mirar todo lo que hacemos –contestó Patricia pensativa.
  -Serán paranoias tuyas –dijo Raúl. Tenía claro que lo que más le iba a gustar de ese caso sería hacer rabiar a Patricia y alguien como él no iba a desaprovechar la oportunidad de hacerlo, aunque en esta ocasión, Patricia no se molestó con su comentario.

            Continuaron con su trabajo, y después de pensar bien cuál era el siguiente paso a seguir, decidieron que lo mejor sería comenzar interrogando al mayordomo, David Gómez, que era veía primero a Paula habitualmente. Guardaron todos los documentos, manteniendo una fotografía del mayordomo y la dirección de su casa. A los pocos minutos, el chico que estaba sentado sin hacer nada, se levantó. Los detectives se quedaron mirándolo y pudieron ver perfectamente cómo se acercaba a ellos antes de que pudieran esconder cualquier documento que no debiera ver. El chico les preguntó la hora, aunque Patricia estaba segura de que esas no eran sus verdaderas intenciones, además, su cara…
  -Espera –dijo antes de que se marchara – Tu cara me suena.
  -¿Ah sí? –preguntó con cierta sorpresa el chico.
  -Sí, me suenas, pero no sé de qué.
  -Lo siento, pero creo que se está equivocando señorita –el chico comenzó a ponerse nervioso, pero Patricia no le hizo más preguntas así que se fue de la cafetería a paso ligero.
  -¿Lo conoces? –preguntó Erika.
  -No exactamente, pero ya sé de qué me suena.
  -Pues dilo –apremió Erika impacientemente.
  -¿Te acuerdas de Irene, esa chica morena muy alta que iba con nosotras en Bachillerato?
  -¿Irene Villa?
  -Sí.
  -No estarás insinuando que ése es…
  -Exacto –dijo Patricia antes de que su amiga terminara la frase.
  -¡Qué fuerte!
  -Por favor, ¿podéis hablar claro? –intervino Raúl un poco perdido.
  -Sí, verás, es posible que éste chico sea su hermano, Javier Villa –explicó Erika.
  -Licenciado en periodismo en la Universidad Autónoma de Madrid, lo cual quiere decir…
  -Que podría haber estado espiándonos –completó Raúl.
  -Será... -dijo Erika- Con razón no nos quitaba ojo de encima. En cuanto ha visto que recogíamos, ha venido para mirar y se ha ido.
  -¿Creéis que puede haber visto algo? –preguntó preocupada Patricia.
  -No creo. Como mucho podría haber visto la foto de David Gómez –contestó Raúl tranquilizándola, aunque lo único que logró fue cabrearla aún más.
  -¿Te parece poco? Podría averiguar que es el mayordomo del Palacio Real, y de ahí a descubrir lo que ha pasado con Paula ¡hay un paso!
  -¿Qué esperabas?, no he sido yo el que se ha puesto a gritar histéricamente como un loco en medio de la cafetería cuando me he enterado de que vosotras erais las detectives.
  -¿Me estás llamando loca histérica? –preguntó Patricia enfadada.
  -Pues sí mira, eso es lo que me pareces. Te conozco desde hace menos de una hora y no paras de criticar todo lo que hago.
  -¡Eso no es cierto! –gritó patricia.
  -¿Ah no? ¿Te estás escuchando? –Raúl alzó la voz también –Ya me has dejado claro que no te caigo bien, pero podrías hacer un esfuerzo ¿no?
  -¿Crees que no lo intento? –la voz de Patricia seguía aumentando de volumen.
  -Pues a mí no me lo demuestras –Raúl cogió su bandolera y se fue.

Erika y Patricia se miraron en silencio unos segundos.
  -Pero… ¿a qué ha venido eso Patri? –dijo Erika no enfadada, sino más bien decepcionada.
  -¿Tú también me vas a echar la bronca? –exclamó ésta aún cabreada.
  -Patri por favor, llámalo y dile que venga –su orden pareció más bien una súplica.
  -No pienso hacer eso.
  -¿Sabes?, nunca pensé que fueras tan orgullosa y tan cabezona .fue lo único que dijo Erika antes de quitarle el móvil para llamar a Raúl.

Las palabras de su amiga hirieron sin intención a Patricia, y una lágrima asomó en sus ojos haciendo que Erika la mirara de nuevo.
  -¿De verdad piensas eso de mí? –preguntó Patricia casi en un susurro intentando evitar que las lagrimas recorrieran su rostro. Erika volvió a sentarse a su lado.
  -Sinceramente, a veces no sé qué pensar. Hay momentos que eres… una chica simpática, divertida… Pero hay otros en los que ni a mí me gustaría ser tu amiga…
  La sinceridad de Erika abrió los ojos a Patricia, que abrazó a su amiga.
  -Dame el teléfono, yo misma llamaré a Raúl para disculparme.
  Erika le devolvió el móvil.
  -Llévate bien con él, tanto dentro como fuera del trabajo, hazlo por mí.
  -¿Y qué le digo?
  -Podrías empezar por invitarlo a tu fiesta de cumpleaños.
  -Pero… -Erika negó con la cabeza.
  -¿Me lo prometes?
  -Está bien, te lo prometo tuvo que decir Patricia antes de coger el teléfono y llamar a Raúl.
 
Esperó, mientras el único sonido que escuchaba eran los pitidos del teléfono comunicando, hasta que la voz de Raúl se escuchó al otro lado del móvil.
  -¿Sí?
  -¿Raúl? –preguntó tímidamente Patricia.
  -Ah, eres tú –Raúl parecía seguir enfadado por la discusión -¿Qué quiere, que sigamos discutiendo por teléfono?
  -No, verás yo… me preguntaba si… -Patricia dirigió la mirada a su amiga, que la observaba impacientemente desde la mesa –Bueno, perdón por lo de antes. Me he comportado como una estúpida y te pido disculpas. Quiero trabajar contigo, sin ti no podemos continuar –sus palabras fueron sinceras y Raúl lo notó.
  -Claro que te perdono tonta. Yo también te pido disculpas por mi comportamiento –dijo recuperando su alegría natural.
  -Entonces ¿estamos en paz? –preguntó Patricia.
  -Por supuesto, no quiero que nos llevemos mal. Te prometo que no tendrás que fingir que te caigo bien fuera del trabajo –sonrió.
  -De eso mismo te quería hablar, verás, este miércoles es mi cumpleaños, y bueno… como siempre lo celebramos Erika y yo con algunos amigos, pues he pensado que podrías venir con nosotras.
  -¿Tu cumpleaños? Eso es genial, ¿Cuántos años cumples?
  -Veintitrés –Patricia estaba ya más contenta.
  -Sigo siendo dos años mayor que tú –bromeó Raúl –Iré encantado –se hizo un silencio a los dos lados del teléfono.
  -Bueno… nos vemos dentro de quince minutos en la casa de David ¿vale?
  -A tus ordenes. Adiós –Raúl colgó el teléfono.
  Patricia volvió con Erika, que, cómo no, le preguntó cómo le había ido.
  -Ha dicho que vendrá a ayudarnos. Y sí –dijo antes de que Erika le preguntara –ha dicho que vendrá a mi fiesta.
  -Así me gusta Patri, si al final os llevareis bien y todo.
  -Tampoco te pases.
  Las dos rieron y caminaron por las calles de Mónaco hasta llegar al lugar. Era una calle estrecha, con muchos establecimientos y pocas viviendas, por lo que no les fue demasiado difícil encontrar la de David. Esperaron a que apareciera Raúl, pero pasaron los minutos y no había ni rastro de él. Llamaron a su móvil, pero estaba comunicando, y mientras estaban decidiendo qué hacer, Raúl apareció por la esquina de la calle.
  -Lo siento chicas, no he podido venir antes.
  -¿Tú acostumbras a llegar tarde a todos lados? –le reprochó Patricia bajo la atenta mirada de Erika que no quería que volviera a suceder lo de antes.
  -Tengo excusa.
  -Espero que sea buena.
  -Verás, no sé si sabéis que vengo de España. Mi avión llegó a las cinco de la mañana y ahora mismo estaba buscando u hotel para pasar la noche.
  -¿Y tu equipaje? –preguntó Patricia con curiosidad.
  -Oh, no te preocupes por eso, alquilé un cocheen el aeropuerto. Tengo las maletas ahí.
  -¿Y has encontrado hotel? –en esta ocasión, la que preguntó fue Erika, que ya estaba tramando un plan…
  -Que va, no he encontrado nada que se acople a mi sueldo aún. Seguiré buscando esta tarde.
  -Pues, si quieres, podrías alojarte con nosotras en nuestro dúplex –ofreció Erika. Patricia miró a su amiga con cara de pocos amigos –Seguro que a Patricia no le importa ¿verdad? –dijo dirigiéndose a ella con una mirada traviesa. Ésta se quedo callada unos instantes hasta que Erika le dio un codazo disimuladamente que la hizo reaccionar.
  -No, que va, puedes quedarte con nosotras –contestó sin más remedio.
  -¿En serio no… os importa? –preguntó Raúl tímidamente.
  -De verdad, no hay problema –contestó Erika antes de que estallase una bomba de relojería morena y con nombre propio…
  -Muchas gracias chicas. Os lo agradezco.
  -No hay de qué hombre –sonrió Erika- Vamos a trabajar chicos.
  Raúl llamó al timbre mientras Patricia susurraba al oído a su amiga:
  -Lo has hecho a propósito.
  -No te lo voy a negar –Erika rió orgullosa de lo que acababa de hacer.

1 comentario:

imlovinit dijo...

Expléndido, exactamente igual que los anteriores. Espero el siguiente (;

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